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¿Qué es lo literario, qué es la literatura?
No toda escritura es literaria. La literatura es un arte.
¿Qué es un arte? A diferencia de la ciencia, un arte es toda práctica que
busque cierto grado elevado de perfección y cuyos logros se basen en un
conocimiento empírico e intuitivo del campo en que se trabaja. Por ejemplo, el
arte de curar, o el arte del ikebana. Esta es la definición más tradicional de
arte.
La literatura como arte: definición moderna
Pero además, desde los tiempos de la Revolución Francesa (1789) a esta parte,
es decir, en la Modernidad o época moderna, hay filósofos y críticos que dan
otra definición: la de "arte" como aquella actividad cuyo principal
propósito es la actividad misma.
Ambas definiciones contribuyen a la de la literatura como arte.
Al arte concebido como actividad que es su propio propósito se lo ha llamado de
muchas maneras: "finalidad sin fin", "arte autónomo", y, en
sus versiones más extremas, "arte por el arte" (o, como decía un
carpintero amigo de mi papá: "¡qué lindo, lástima que no sirve!").
Hay distintos grados de "autonomía del arte", de modo que no debemos
tomarla como algo absoluto.
En períodos complejos como el actual, muchos artistas y escritores buscan darle
al arte algún sentido por fuera de sí mismo, ya sea este un sentido político,
social, terapéutico, histórico, o de entretenimiento. Además, quien escribe o
pinta suele hacerlo movido por alguna ambición -perfectamente legítima- de
reconocimiento social, no sólo por el quehacer en sí. Pese a tales
limitaciones, el criterio de autonomía artística es muy práctico a la hora de
diferenciar entre un taller "literario" y uno "de
escritura".
Géneros de ficción y de "no ficción"
La literatura es arte en estos dos sentidos: el mencionado de autonomía, y el más
tradicional de actividad que busca la eficacia de manera intuitiva.
La literatura, como toda otra práctica artística, se divide en géneros. Un género
se rige siempre por ciertas convenciones. Un escritor puede ser ortodoxo y
acatar estas convenciones, o ser heterodoxo y trasgredirlas; lo que no puede, si
quiere escribir dentro de un género, es ignorarlas.
La palabra "género" designa también a los subgéneros o géneros
dentro de un género: por ejemplo, dentro del género novela existen la novela
policial, la realista, la de ciencia ficción, la de fantasía, la de espionaje,
la de aventuras, la histórica, la autobiográfica. Existen géneros
tradicionalmente literarios y géneros no literarios. El testimonio, la nota
periodística, la carta, y todo lo que hoy las editoriales engloban bajo el
rubro de "no ficción" (excepto el ensayo, que es literario) son
ejemplos de géneros que, aunque dentro de ellos a veces se produzcan textos de
"valor literario", no son literarios en principio. ¿Por qué? Porque
no cumplen con el criterio de autonomía, ya que su principal función es la de
transmitir una información. Pero en ocasiones esta información es transmitida
con arte -con un perfeccionismo intuitivo- y por eso ingresa a la literatura. Un
ejemplo de testimonio que ya forma parte de la literatura por la "literariedad"
con que ha sido narrado es el "Relato de un náufrago" del escritor
colombiano Gabriel García Márquez (quien obtuvo el Premio Nobel de Literatura
en 1982).
La palabra "ficción" proviene de "fingir". El ensayo es un
género literario de "no ficción", donde se supone que el texto es
verdadero, vale decir: que no sólo contiene información fidedigna, sino que
expresa las opiniones reales de su autor o autora. En los géneros literarios
llamados "de ficción", que son en principio la novela y el cuento, se
supone que el autor finge. No puede decirse que mienta, ya que, en primer lugar,
no busca engañar, y, en segundo lugar, puede que esté contando algo verdadero.
Pero sencillamente la pregunta "¿esto es verdadero o falso?" está
fuera de lugar. Tanto en la novela como en el cuento, vale decir: en la ficción,
existe un pacto tácito entre autor y lector, por el cual el lector se
compromete a hacer una "suspensión de la incredulidad" (es decir, a
creer provisoriamente lo que lee) y el autor, por su parte, debe cumplir con
ciertos criterios de "verosimilitud". Esto significa que lo que el
autor cuenta, si bien su verdad no será juzgada ya que está fuera de la cuestión,
debe ser "verosímil", esto es: parecer verdadero. Los criterios de
verosimilitud varían según el género en el que se trabaje: difieren para el
realismo y la ciencia ficción, o entre los diversos estilos de realismo:
costumbrista, naturalista, mágico. También es admisible, como excepción, que
una obra literaria o cinematográfica sea deliberadamente inverosímil, y
algunos autores "consagrados" (como el novelista argentino César
Aira, o el cineasta español Pedro Almodóvar) han llegado a hacer de eso una
marca de estilo.
Arte, artefacto y artificio
Es claro que si hay un relato, ya sea en prosa o en verso, se supone que alguien
lo cuenta. Ese alguien que cuenta el relato, a los fines literarios, no es
exactamente el autor, sino un dispositivo o artefacto construido ex profeso por
éste. Dicho artefacto es lo que los críticos de la prosa llaman un narrador y
los de poesía denominan el yo poético o el yo lírico. En el género de la
poesía llamado poesía lírica, se da el caso especial de que el yo lírico y
el yo del autor tienden a ser percibidos como uno solo. Existe todavía otro género,
donde claramente la poesía es de no ficción: se trata de la poesía
confesional, que es un subgénero de otro hoy en desuso, la confesión.
La confesión es un género autobiográfico que estuvo muy en boga en otros
tiempos: allí el autor se atrevía a poner por escrito, para la posteridad o
para un destinatario privado (un confesor), opiniones y datos personales que el
pudor de su época (o el de su clase) le impedían publicar o decir.
¿La poesía es ficción? Generalmente no, porque casi siempre es confesional o
lírica. La épica, que entretuvo a los nobles en los tiempos de Homero, sólo
se usa cuando los poetas quieren hacer un realismo social o un realismo histórico,
lo que es muy interesante, pero que no sucede a menudo (y hay otro subgénero más
infrecuente todavía: la poesía-ensayo). Como sea, por más verdaderos que sean
los enunciados en un texto literario, la verdad o falsedad de los mismos no
importa, ya que en un texto literario la enunciación desaparece tras el
enunciado, o en otras palabras: el decir queda oculto tras lo dicho. Es lo que
algunos autores teóricos llaman "el disimulo del decir".
"Yo maté a María Iribarne"
La literatura, dado su alto grado -artístico- de artificialidad, propone
siempre o casi siempre una enunciación compleja donde el autor se descompromete
de la verdad de sus enunciados, haciéndose responsable, eso sí, y en muy alto
grado, de la forma de los mismos. Lo que importa, en virtud del criterio de
autonomía que determinaría en principio la "literariedad" de un
texto, no es tanto qué se dice sino cómo se lo dice.
Un autor de literatura podrá ser llamado a rendir cuentas (por los críticos,
en reseñas o en entrevistas, una vez publicada la obra) de detalles de sus
escritos que poco preocuparían a un abogado, a un periodista, a un
psicoanalista, a un científico, a un ministro religioso, o a cualquier persona
común. Por ejemplo, ante el comienzo de la primera novela del escritor
argentino Ernesto Sábato, "El Túnel", que empieza con esta frase:
"Yo maté a María Iribarne", la pregunta literaria no es "¿es
cierto que usted mató a María Iribarne?" ni "¿sabe usted que matar
a una persona es un pecado grave y constituye delito de homicidio?", sino
quizás: "¿por qué Sábato usa la palabra 'maté' y no dice, en cambio,
'asesiné'?" o: "¿a qué se debe que haya elegido para la víctima el
apelllido 'Iribarne': a su sonoridad, a sus connotaciones de alcurnia porteña,
a todo eso?". O: "¿por qué elige contar la historia desde el punto
de vista del asesino?". No es del todo pertinente, aunque es posible,
acusar al autor de incorrección política: "¿para qué narra un
asesinato, que es algo criminal y horrible?", o: "¿cómo la víctima
es una mujer y encima se llama María, igual que la Virgen María?".
Preguntar solamente: "¿quién era María Iribarne?" o: "¿por qué
el narrador la mató?" o: "¿por qué se autoincrimina?" son
preguntas que "enganchan" al lector para que se interese por la trama
de la novela y la siga leyendo. La "frase gancho", aunque algunos críticos
y editores la consideren un recurso efectista y remanido, es uno de los muchos
recursos que un autor puede emplear para lograr dos cosas: que el lector no
abandone su libro, y que suspenda su incredulidad mientras lo lee. Queda patente
además en este ejemplo, por razones obvias, que el narrador no es el autor.
Conclusión
Con estas consideraciones he intentado responder a la pregunta de qué es lo
literario. Pero téngase muy en cuenta que la artificialidad de la literatura
nunca es total, y que una literatura íntegramente artificial sería un mero
ejercicio de estilo. La verdad de la experiencia siempre juega un rol como
"material" de una buena obra literaria. Y es preciso que así sea, ya
que, si no, ¿de qué otra manera podrían determinarse los contenidos de una práctica
que no tiene finalidad fuera de sí misma? Hay mucho para decir sobre la relación
entre literatura y experiencia, de todo lo cual diremos algo en el próximo
apunte.
Queda además pendiente la pregunta de qué es escritura; eso ya es tema para un
taller de escritura, y ese ya es otro taller.
Beatriz Vignoli. Rosario, 23 de abril de 2003